El profesor Marcelo Márquez aseguró que la llegada de Bergoglio al Vaticano "es una posibilidad para que muchos gays vuelvan a creer a partir de la Fe en la Iglesia católica".
Días atrás fue reporteado por el New York Times, Mundo Fox y
la CNN, pero el llamado más importante de su vida lo recibió el segundo jueves
de julio de 2010, cuando el entonces cardenal Jorge Bergoglio, hoy Papa
Francisco, lo invitó a la Catedral porteña a charlar sobre las posturas de la
Iglesia frente al matrimonio igualitario. Marcelo Márquez tiene 42 años, se
presenta como católico homosexual, estudioso de la teología, profesor de
filosofía y bibliotecario del Inadi.
Su profunda vocación religiosa la construyó en la
adolescencia, en el seno de una familia tremendamente devota. Durante cuatro
años participó en Las Obras Misionales Pontificias de Argentina, fue secretario
nacional de la Obra de San Pedro Apóstol y coordinador del Centro de
Misionología. También trabajó en el Centro de Estudios Filosófico y Teológico
de Quilmes y fue docente en varios institutos católicos en la Diócesis. Ahora
integra la Comisión Directiva de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales
y Trans y participa del Frente Nacional por la Igualdad. Sin embargo, su mayor
trabajo es lograr una declaración pública del Papa que restituya la
"dignidad" a las personas de la diversidad sexual y sus familias.
Márquez conoció personalmente a Bergoglio antes de la
asunción del papado. Fue en 2010, en medio del debate parlamentario por la
sanción de la ley de matrimonio igualitario. Furioso con las
"barbaridades" que decían los líderes religiosos en contra del
proyecto y perplejo por una la expresión del cardenal de que esa normativa era
una "guerra contra Dios", Márquez escribió una fundamentada carta
abierta que "conmovió" al ex arzobispo.
"Hice la carta y la envié por mail y por las redes
sociales a todos mis contactos, pero después me pregunté: ¿por qué no
llevársela personalmente al Arzobispado que me quedaba a la vuelta del trabajo?
Imprimí copias, las puse en un sobre, le puse abajo mi nombre, DNI y el celular
y las dejé en la mesa de entradas del Episcopado. A los 50 minutos me llama. Ya
estaba sentado en mi escritorio del Inadi". "¿Con el profesor Marcelo
Márquez?", relata que preguntaron del otro lado de la línea, y de
inmediato reconoció la voz.
En diálogo con ámbito.com, el teólogo dio detalles de lo que
fue esa primera conversación y dos encuentros posteriores cara a cara, que
describen a priori el pensamiento del Papa sobre el matrimonio gay.
"Quiero decirle que estoy mayormente de acuerdo con su carta, aunque no
creo que lo que tenga que salir es la ley de matrimonio. La Argentina no está
todavía madura para eso, pero sí creo que las personas de la diversidad sexual
tienen que tener derechos. Estoy más bien a favor de una unión civil",
cuenta Márquez que le dijo Bergoglio.
La respuesta fue inmediata: "No comparto la opinión de
usted, creo que la Argentina está madura para tener esa ley". En ese
momento el profesor contaba con un sondeo de opinión encargado por la FLGBT y
realizado en la ciudad de Buenos Aires, que revelaba que el 70% de los porteños
adherían a equiparación de derechos y obligaciones que propone la norma, lo que
justifica la enérgica campaña a favor del matrimonio igualitario. "Era una
cuestión transversal, cultural, religiosa, social, política y hasta
económica", reflexionaba Márquez entonces. "Lo que le planteé fue que
los obispos tienen una formación conservadora o en algunos casos no tienen el
manejo de la información adecuada, y quienes le calientan el oído son sectores
conservadores, ultramontanos de la Iglesia, que le hacen mucho daño incluso a
la misma Iglesia".
En el diálogo con este medio, Márquez recuerda que la curia
"quedó muy mal parada" con esas posturas demonizantes, que llevaron a
echar a Nicolás Alessio de la Iglesia, un cura cordobés que apoyó abiertamente
la ley. "Le dije a Bergoglio que la gente que le está llenando la cabeza a
monseñor (Carlos) Nañez, que yo lo conozco personalmente de cuando yo era
misionero claretiano, es gente del poder del entorno de Córdoba, relacionada
con el obispo (Marcelo) Martorell, que había sido sospechado de relaciones con
(Alfredo) Yabrán y él cardenal me dice: 'Me asombra todo lo que sabés de la
Iglesia'".
La inquietud de Bergoglio por los saberes clericales de
Márquez derivó en otra llamada y la primera entrevista. "Al domingo
siguiente me escribió un mail donde me dice que perdió mi número de teléfono,
que no maneja mucho Internet y me pasa su número en el Arzobispado y el interno
de su habitación. Hablamos y me propone un encuentro a las cuatro de la
tarde".
Frente a frente, Márquez se sorprendió de entrada. "Pasamos
a la oficina, me da la mano y antes de sentarnos me dice: 'Antes que nada
quiero decirle que siempre respeté y traté con mucha misericordia a las
personas de la diversidad sexual, y que de hecho he acompañado a muchos varones
homosexuales en su discernimiento. Siempre los he tratado con mucha
misericordia y creo que Dios los ama".
Según cuenta el profesor de filosofía, durante la
conversación retoman los contenidos de la carta. "Volvemos a hablar de lo
mismo. Le digo que me parece que lo que no tenía cerca él era un interlocutor
que no demonizara a los homosexuales, y que eso le ocurría a muchos obispos de
la Argentina", detalla. La reacción fue solemne, propia de un Pontífice,
aunque Márquez se llevó una primera conclusión. "Bergoglio es muy poco expresivo,
porque es un señor muy político, muy lúcido. Indefectiblemente se para en el
medio. Se tiene que mover con mucha cintura y no va a salir a hacer
declaraciones".
En el segundo encuentro cara a cara días después de la
aprobación en el Congreso, Márquez le llevó una propuesta. "Ahora que paró
la vorágine de la campaña a favor y en contra de la ley que nos puso a todos
como locos, ¿por qué no empezamos a hacer un trabajito silencio, por abajo, sin
los medios, sin tanta efervescencia? Y él me dijo: 'Eso es lo que hay que
continuar ahora'".
Con intenciones de "redoblar la apuesta" Márquez
le pide al cardenal que "lo guíe" y que le diga con qué obispo puede
empezar a dialogar para desparramar dentro de la institución una apertura de
pensamiento. "Yo se lo voy a ir diciendo", revela que le prometió.
Pero el "desgaste" de la lucha por conseguir la ley y el
"desánimo" que invadió a Márquez por el rol que había jugado la
jerarquía eclesiástica frustraron el plan. "No retomé el diálogo, fui yo
quien no planteó continuar con una estrategia de trabajo", confiesa.
Sin embargo, el paso del tiempo y la designación de
Bergoglio en la Santa Sede renovaron su espíritu y hoy se ilusiona con pisar
dentro de poco el suelo Vaticano. "Estoy esperanzado de poder continuar
con esa tarea. En términos de espiritualidad, los católicos cristianos estamos
esperando una palabra amorosa de parte los pastores, de las figuras que
conducen la Iglesia, que nos permita seguir creyendo. Hay que dialogar con el
Papa. Si lo dejamos solo, si lo dejamos que los que le calienten el oído sean
un montón de conservadores que viven con las intrigas palaciegas, seguramente
no va a salir a decir palabras a favor de los homosexuales. Muchas personas
gays, bisexuales y trans y sus familias estamos esperando una palabra de
restitución de la dignidad por parte de la Iglesia, y nada mejor que el Papa
Francisco para dar esa restitución", enarbola como bandera.
En la charla con ámbito.com Márquez se distiende y justifica
por qué va a pedirle una audiencia. "Le diría que podríamos hacer una muy
buena tarea. Es la posibilidad de que muchos gays vuelvan a creer a partir de
la Fe en la Iglesia católica, en que también se puede seguir creyendo en los
pastores".
Considera, con fundamentos, que en los años 80 se hablaba de
los "excluidos sociales" y de la opción por los pobres, y que en el
siglo XXI, frente a la homosexualidad, "tenemos que hablar de los
excluidos morales" del catolicismo. "La Iglesia necesita hacer una
seria, profunda e inmediata revisión de la teología moral y de la moral sexual,
y sobre todo de la homosexualidad porque hay muchos excluidos morales, como los
divorciados que no pueden volver a casarse, que no pueden comulgar, es una
hipocresía", sostiene.
Envuelto en un manto de militancia en favor de la igualdad,
Márquez advierte que "no se puede seguir discriminando" dentro de la
Iglesia. "No hay argumento teológico, dogmático, psicológico ni teórico.
El amor misericordioso de Dios que enseña la Iglesia católica a través de la
persona de Jesucristo es clarísimo: Dios no salva el ojo derecho, la nariz, el
labio, el color de la piel, o los genitales. Si salva, salva a la persona toda.
Nos morimos y nos volvemos a hacer polvo, parte del universo, y lo que queda es
el alma, que es la totalidad del sujeto. Nadie pregunta si en la intimidad
sexual, afectiva, amorosa eras homosexual o no, eso es un detalle, es un
argumento inútil que tiene que caer de maduro", estima.
También sabe que el acercamiento al Papa no debe ser para
cuestionar o repeler documentos xenófobos. "La estrategia hoy para que la
Iglesia se dé cuenta de que nosotros no somos el problema, sino parte de la
solución a la cuestión de la teología moral y sexual, es empezar a meternos
dentro de la Iglesia, que los párrocos abran espacios de la diversidad sexual.
Ojalá que el diálogo con Francisco nos lleve a que en algún momento el Papa
haga una declaración pública y que diga: no solamente somos amados por
Jesucristo, sino que la Iglesia los ama, que el Papa lo confirma, y que a
partir de ahora nunca nadie más dentro de la Iglesia hable mal de un
homosexual".
Al finalizar la charla con este medio, Márquez asegura que
le "cree" al cardenal cuando dice que respeta a los gays, pero admite
que todavía resta un largo camino para lograr un cambio. "Me desafía su
nombramiento a trabajar seriamente y con lucidez para que él pueda hablar con
nosotros. No es la Iglesia la que lo tiene que hacer, sino que nosotros debemos
ser los que le deben calentar el oído a él", concluye.