Leyendo a Bertrand Russell, sus ENSAYOS IMPOPULARES; un extracto de lo que más me impacto
Durante los últimos cuatrocientos años, en los cuales el desarrollo de la ciencia ha demostrado a los hombres el modo de adquirir conocimiento respecto a las costumbres de la naturaleza y dominio sobre las fuerzas naturales, el clero ha librado una batalla perdida contra la ciencia, en astronomía y geología, en anatomía y fisiología, en biología y psicología y sociología. Expulsados de una posición, ocuparon otra. Después de ser derrotados en astronomía, hicieron lo posible para impedir el ascenso de la geología; lucharon contra Darwin en biología, y en la actualidad están luchando contra las teorías científicas de la psicología y la educación. En cada etapa, tratan de hacer que el público olvide su anterior oscurantismo, a fin de que su oscurantismo actual no sea reconocido como tal. Subrayemos algunos ejemplos de irracionalidad en el clero desde el ascenso de la ciencia y averigüemos luego si el resto de la humanidad es mejor.
Cuando Benjamin Franklin inventó el pararrayos, el clero, tanto en Inglaterra como en USA, con el entusiasta respaldo de Jorge III, lo condenó como un impío intento de derrotar la voluntad de Dios. Porque, como podía comprender toda la gente bien pensante, el rayo es enviado por Dios para castigar la irreligiosidad o cualquier otro pecado grave; los virtuosos jamás son heridos por el rayo. Por lo tanto si Dios quiere golpear a alguien, Benjamin Franklin no tendría que oponerse a Sus designios; en verdad hacer tal cosa es ayudar a los criminales a escapar. Pero Dios se puso a la altura de la situación, si tenemos que creer al eminente doctor Price, uno de los principales teólogos de Boston, Como el rayo se había vuelto ineficaz por las “puntas de hierro inventadas por el sagaz doctor Franklin”, Massachussets fue sacudido por temblores de tierra, que el doctor Price supuso debidos a la ira de Dios contra las “puntas de hierro”. En un sermón sobre el tema dijo: “En Boston se erigen en más cantidad que en cualquier otra parte de Nueva Inglaterra, y Boston parece ser la más espantosamente sacudida. ¡Oh!, es imposible escapar a la potente mano de Dios”. Aparentemente, sin embargo, la Providencia abandonó toda esperanza de curar a Boston de su perversidad, porque, aunque los pararrayos se hicieron cada vez más comunes, los terremotos en Massachussets han seguido siendo raros. No obstante, el punto de vista del doctor Price, o algo sumamente parecido, aún era sostenido por uno de los hombres más influyentes de tiempos recientes. Cuando, en una ocasión, hubo varios terremotos graves en la India, el Mahatma Gandhi advirtió solemnemente a sus compatriotas que esos desastres habían sido enviados en castigo por sus pecados.
Este punto de vista existe incluso en mi propia isla natal. Durante la guerra de 1914-1918 el gobierno británico hizo mucho pata estimular la producción de alimentos en la metrópoli. En 1916, cuando las cosas no iban bien, un sacerdote escocés escribió a los periódicos para decir que el fracaso se debía al hecho de que, con la sanción del gobierno, se habían plantado papas en domingo. Sin embargo, se evitó el desastre gracias a que los alemanes desobedecieron todos los Diez mandamientos, y no solo uno de ellos…
…A veces me escandalizan las blasfemias de los que se creen piadosos: por ejemplo, la de las monjas que jamás toman un baño sin vestir una camisa de baño. Cuando se les pregunta por qué lo hacen, puesto que ningún hombre puede verlas, responden: “Ah, pero olvida usted al buen Dios”. Aparentemente, conciben a la Deidad como un mirón cuya omnipotencia le permite ver a través de las paredes de los cuartos de baño. Este punto de vista me resulta curioso.
Toda la concepción del “pecado” me resulta desconcertante, sin duda debido a mi naturaleza pecadora. Si el “pecado” consiste en causar sufrimientos innecesarios, podría entenderlo; pero por el contrario, el pecado consiste a menudo en evitar sufrimientos inútiles. Hace unos años, se presentó en la Cámara de los Lores un proyecto de ley para legalizar la eutanasia en los casos de enfermedad dolorosa e incurable. Sería necesario el consentimiento del paciente, así como varios certificados médicos. A mí, en mi simplicidad me pareció que sería natural pedir el consentimiento del paciente, pero extinto arzobispo de Canterbury, el experto funcionario inglés en materia de Pecado, explicó lo erróneo de tal punto de vista. El consentimiento del paciente convierte la eutanasia en suicidio, y el suicidio es pecado, Sus señorías escucharon la voz de la autoridad y rechazaron el proyecto de ley. En consecuencia, para complacer al arzobispo –y a si Dios, si nos ha informado correctamente-, las víctimas del cáncer tienen que seguir soportando meses de tormentos absolutamente inútiles, a menos que sus médicos o enfermeras sean lo bastante humanos pata arriesgarse a una acusación de asesinato. Me resulta difícil concebir a un Dios que se complace en contemplar tales torturas; y si hubiese un Dios capaz de injustificable crueldad, por cierto que no le consideraría digno de adoración. Pero esto sólo prueba cuán hundido estoy en la depravación moral.
Me dejan igualmente perplejo las cosas que son pecado y las que no lo son. Cuando la Society for the Prevention of Cruelty to Animals (La Sociedad para la prevención contra la crueldad animal) pidió al Papa su apoyo, le fue negado, debido a que los seres humanos no tienen deber alguno hacia los animales inferiores, y a que maltratar a los animales no es pecado. Esto es así porque los animales no tienen alma. Por otra parte es perverso casarse con la hermana de la esposa fallecida (por lo menos así lo enseña la Iglesia), por mucho que usted y ella deseen casarse. Y esto no se debe a ninguna desdicha que pueda derivarse de ello, sino a ciertos textos de la Biblia.
… los ortodoxos tienen una curiosa objeción contra la incineración, que parece demostrar una insuficiente confianza en la omnipotencia de Dios. Se cree que un cuerpo que ha sido incinerado le ofrecerá a Él mayores dificultades, cuando quiera reunirlo, que de otro que ha sido puesta bajo tierra transformado en gusanos. Sin duda, coleccionar partículas del aire y deshacer el trabajo químico de la combustión sería un tanto laborioso, pero es verdaderamente blasfemo que el tal trabajo es imposible para la Deidad. Saco en conclusión que la objeción a la incineración implica una grave herejía. Pero dudo que tal opinión tenga mucho peso para los ortodoxos.
… los ortodoxos tienen una curiosa objeción contra la incineración, que parece demostrar una insuficiente confianza en la omnipotencia de Dios. Se cree que un cuerpo que ha sido incinerado le ofrecerá a Él mayores dificultades, cuando quiera reunirlo, que de otro que ha sido puesta bajo tierra transformado en gusanos. Sin duda, coleccionar partículas del aire y deshacer el trabajo químico de la combustión sería un tanto laborioso, pero es verdaderamente blasfemo que el tal trabajo es imposible para la Deidad. Saco en conclusión que la objeción a la incineración implica una grave herejía. Pero dudo que tal opinión tenga mucho peso para los ortodoxos.
La Iglesia aprobó con suma lentitud y a desgana la disección de cadáveres en relación de la medicina. El precursor de la disección fue Vesalio, médico de la corte del emperador Carlos V. Su habilidad médica hizo que el emperador le protegiera, pero se vio en dificultades cuando el emperador murió. Se dijo que un cadáver que estaba disecando había dado señales de vida bajo el bisturí, y fue acusado de asesinato. La inquisición fue inducida por Felipe II a adoptar una actitud indulgente, y sólo lo condenó a un peregrinaje a Tierra Santa. En el viaje de regreso, su barco naufragó y él murió de agotamiento. Durante muchos siglos, después de su época, los estudiantes de la Universidad Papal de Roma sólo tenían permiso para operar sobre figuras de arcilla, que carecían de los órganos sexuales.
…Aunque hay muchas clases de pecados, siete de los cuales son capitales, el campo más fructífero para las añagazas de Satán es el sexo. La doctrina católica ortodoxa a ese respecto se en encuentra en san Pablo, san Agustín y santo Tomás de Aquino. Es mejor ser célibe, pero los que no tienen el don de la continencia pueden casarse. Las relaciones sexuales en el matrimonio no constituyen pecado, siempre que estén motivadas por el deseo de tener descendencia. Todo trato carnal fuera del matrimonio es pecado, lo mismo que el acto sexual dentro del matrimonio cuando se toma alguna medida para evitar la concepción. La interrupción del embarazo es pecado, aun cuando, en opinión médica, sea la única forma de salvar la vida de la madre; porque la opinión médica es falible, y Dios puede salvar una vida por milagro, si Él lo cree conveniente. (Este punto de vista está incorporado a la ley de Connecticut.) Las enfermedades venéreas son el castigo de Dios por el pecado. Es cierto que, por intermedio de un esposo culpable, este castigo puede caer sobre una esposa inocente y sus hijos, pero se trata de una misteriosa distribución de la Providencia, que sería impío poner en duda. Tampoco debemos preguntar por qué las enfermedades venéreas no fueron divinamente instituidas hasta la época de Colón. Puesto que se trata de la penalidad prescrita para el pecado, todas las medidas evitarla son también pecado, salvo, por supuesto, una vida virtuosa. El matrimonio es nominalmente indisoluble, pero muchas personas que creen estar casadas no lo están. En el caso de los católicos influyentes, a menudo puede encontrarse algún motivo de anulación, pero para los pobres no existe tal solución, salvo, quizás, en casos de impotencia. Las personas que se divorcian y vuelven a casarse son culpables de adulterio a los ojos de Dios.
… Existen dificultades lógicas en la noción de pecado. Se nos dice que el pecado consiste en la desobediencia a los mandamientos de Dios, pero también se nos dice que Dios es omnipotente. Si lo es, nada contrario a Su voluntad puede ocurrir; por lo tanto cuando el pecador desobedece Su voluntad, él debe haber querido que tal cosa sucediera. San Agustín acepta audazmente este punto de vista, y afirma que los hombres son conducidos al pecado por una ceguera de que Dios les hace objeto. Pero la mayoría de los teólogos, en los tiempos modernos, han reconocido que, si Dios obliga a los hombres a pecar, no es justo enviarles al infierno por lo que no pueden evitar. Se nos dice que el pecado consiste en obrar contrariamente a la voluntad de Dios. Sin embargo esto no el elimina la dificultad. Los que como Spinoza, toman en serio la omnipotencia de Dios, deducen que no puede existir el pecado. Esto trajo espantosos resultados, “¿Cómo? –dijeron los contemporáneos de Spinoza-, ¿no había sido una maldad por parte de Nerón el haber asesinado a su madre? ¿No fue una maldad que Adán se comiese la manzana? ¿Una acción es tan buena como la otra?” Spinoza se escapa del apuro, pero no encuentra ninguna respuesta satisfactoria. Si todo ocurre de acuerdo con la voluntad de Dios, Dios tiene que haber querido que Nerón asesinase a su madre; por lo tanto, puesto que Dios es bueno, el asesinato debe haber sido una cosa buena. Resulta imposible escapar a este argumento.
Por otra parte, los que piensan sinceramente que el pecado es desobediencia a Dios, se ven obligados a decir que Dios no es omnipotente. Esto salva todos los quebraderos de cabeza lógicos, y es el punto de vista adoptado por cierta escuela de teólogos liberales. Sin embargo, tiene sus propias dificultades. ¿Cómo podemos saber, en realidad, cuál es la voluntado de Dios? Si las fuerzas del mal tienen cierto grado de poder, pueden engañarnos y llevarnos a aceptar como cosa de la Escritura lo que verdaderamente es cosa de ellos. Ésta era la opinión de los gnósticos, que pensaban que el Antiguo Testamento era obra de un espíritu maligno.
En cuanto abandonamos nuestra propia razón y nos contentamos con confiar en la autoridad, nuestras dificultades no tienen fin. ¿La autoridad de quién? ¿La del Antiguo Testamento? ¿La del Nuevo Testamento? ¿La del Corán? En la práctica, la gente elige el libro considerado sagrado por la comunidad en el seno de la cual nacieron, y de ese libro escoge las partes que le agradan, haciendo caso omiso de las demás. Hubo una época en que el texto más influyente de la Biblia era: “No permitirás que una bruja viva”. Ahora, la gente pasa por alto ese texto, si es posible, en silencio; si no, con una disculpa. Y así, aunque tengamos un libro sagrado, todavía seguimos eligiendo como verdadero lo que se acomoda a nuestros prejuicios. Ningún católico por ejemplo, toma en serio el texto que dice que un obispo debe ser el marido de una esposa…
En cuanto abandonamos nuestra propia razón y nos contentamos con confiar en la autoridad, nuestras dificultades no tienen fin. ¿La autoridad de quién? ¿La del Antiguo Testamento? ¿La del Nuevo Testamento? ¿La del Corán? En la práctica, la gente elige el libro considerado sagrado por la comunidad en el seno de la cual nacieron, y de ese libro escoge las partes que le agradan, haciendo caso omiso de las demás. Hubo una época en que el texto más influyente de la Biblia era: “No permitirás que una bruja viva”. Ahora, la gente pasa por alto ese texto, si es posible, en silencio; si no, con una disculpa. Y así, aunque tengamos un libro sagrado, todavía seguimos eligiendo como verdadero lo que se acomoda a nuestros prejuicios. Ningún católico por ejemplo, toma en serio el texto que dice que un obispo debe ser el marido de una esposa…
… Thomas Robert Malthus vio sólo tres formas de contener el crecimiento de la población: el freno moral, el vicio y la miseria. Admitió que no era probable que el freno moral fuese practicado a gran escala. Como sacerdote veía con asco el “vicio”, es decir, el control de la natalidad. Sólo quedaba la miseria de la gran mayoría de la humanidad con ecuanimidad, y señalo las falacias de los reformadores que esperaban mitigarla.
Los modernos oponentes teológicos del control de la natalidad son menos honestos. Fingen creer que Dios proveerá, por muchas que sean las bocas que haya que alimentar. Pasan por alto el hecho de que Él no ha hecho tal cosa hasta ahora, sino que dejó a la humanidad expuesta a hambrunas periódicas en las cuales mueren millones de seres. Debe suponerse que sostienen –si dicen lo que creen- que de ahora en adelante Dios obrará un continuo milagro de panes y peces, milagro que Él ahora ha considerado innecesario. O quizá dirán que el sufrimiento aquí abajo no tiene ninguna importancia; lo que importa es el más allá. Gracias a su teología, irán al infierno la mayoría de los niños a quienes su oposición al control de la natalidad hará existir. Tenemos que suponer, entonces, que se oponen al mejoramiento de la vida sobre la tierra porque creen que es bueno que muchos millones sufran el tormento eterno. En comparación con ellos, Malthus parece piadoso.
Les recomiendo también de Bertrand Russell: POR QUÉ NO SOY CRISTIANO
:: Filososfos Net
Les recomiendo también de Bertrand Russell: POR QUÉ NO SOY CRISTIANO
:: Filososfos Net