5 MITOS SOBRE LA HOMOSEXUALIDAD DERRUMBADOS POR LA CIENCIA.
¿En qué supuestos se basa la homofobia? Aquí algunos de ellos y lo que la ciencia ha demostrado al respecto. Cinco mitos sobre la homosexualidad derrumbados por la ciencia.
MITO 1: LA HOMOSEXUALIDAD ES “ANTINATURAL”
En la naturaleza, la homosexualidad es mucho más común de lo que nos imaginamos. Diversas especies animales la practican. De hecho, la conducta tiene que ver con supervivencia, fortalecimiento de lazos sociales, adaptaciones biológicas y evolutivas.
La idea de que lo natural es que las relaciones sexuales deben ocurrir sólo entre hembras y machos, no tiene aplicación en la realidad: ni en animales ni en seres humanos. Además del hombre, la ciencia ha demostrado que existen más de 1,500 especies que buscan parejas del mismo sexo: chimpancés, pingüinos, cisnes, bisontes, jirafas, aves.
Janet Mann, bióloga de la Universidad de Georgetown, explica que no todo acto sexual responde a funciones reproductivas.
MITO 2: LAS RELACIONES HOMOSEXUALES NO SON DURADERAS
Una serie de estudios a largo plazo, desarrollados por John Gottman (psicólogo y profesor en la Universad de Washington), comprobó que el 80% de las parejas homosexuales, sostienen relaciones que duran más de 12 años.
MITO 3: LA MAYORÍA DE LOS PEDERASTAS SON GAYS
En 1989, el físico y sexólogo checo-canadiense Kurt Freund, del Instituto de Psiquiatría de Clarke (Canadá), emprendió un estudio para obtener algunas respuestas.
Su equipo mostró fotos de niños y adolescentes de ambos sexos a hombres homosexuales y heterosexuales, mientras medía la excitación sexual de los participantes. Según los resultados, los heterosexuales se excitaban más que los homosexuales, en especial con las niñas.
En 1994, la pediatra Carole Jenny, de la Universidad de Colorado, entrevistó a casi 270 niños que habían sido violados por adultos. En el 82% de los casos, el agresor tenía una pareja heterosexual y pertenecía al ambiente cercano al niño. En sólo 2 de los casos el criminal era homosexual (un gay y una lesbiana).
MITO 4: PARA LOS NIÑOS ES NOCIVO CRECER CON PADRES HOMOSEXUALES
Recientemente Live Science publicó un estudio en que se examinó a 90 adolescentes. 45 vivían con madres lesbianas y los otros 45 vivían con parejas heterosexuales. Se analizaron diversos factores de su vida cotidiana y su desempeño social.
Los resultados en ambos grupos fueron casi idénticos, con la diferencia de que los niños del primer grupo registraron calificaciones más altas en la escuela.
Otros estudios similares han señalado que los niños educados por dos padres o dos madres, son menos propensos a la delincuencia y el vandalismo: peleas, robo, invasión de la propiedad privada, etc.
MITO 5: LA HOMOSEXUALIDAD ES UNA OPCIÓN Y SE PUEDE “CURAR”
Durante siglos la homosexualidad fue catalogada como una enfermedad.
Estudios han señalado que la orientación sexual es influida por determinados factores biológicos, desde el útero de la madre. Sandra Witelson, neurocientífica de la Universidad de McMaster, en Ontario, explica:
La ciencia apoya la teoría de que las diferencias en el sistema nervioso central existen entre los individuos homosexuales y heterosexuales y que están posiblemente relacionadas con factores tempranos en el desarrollo del cerebro.
La ciencia lo demuestra: la homosexualidad es natural, no necesita curarse; los homosexuales pueden establecer relaciones sólidas y ser padres, y lamentablemente en el mundo hay pederastas (en la iglesia católica abundan), independientemente de su orientación sexual.
Fuente: belelu.com
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sábado, 15 de agosto de 2015
domingo, 31 de agosto de 2014
Somos una pareja gay que cumplió su deseo de tener hijos
Una familia igual pero diferente. Los avances en fertilidad permitieron ser padres a dos hombres, gracias a la ovodonación y a las madres subrogantes. Pero lo esencial es el amor y las ganas de crecer que ellos han tenido luego de 18 años juntos.
Clarín.com |
Vos sos la mamá, no?”. Disparó la pregunta una empleada del consulado argentino en Mumbai, India, y en un primer momento nos dejó perplejos. El destinatario era uno de nosotros que le daba la mamadera a nuestro hijo, mientras el otro llenaba los formularios del trámite de su pasaporte para traerlo a la Argentina, días después de su nacimiento. Sin dudas, ella conocía perfectamente nuestra situación. Probablemente, su interés no fuera malintencionado y apuntara a otra cosa: ¿cuál de nosotros, ambos hombres de 46 años, iba a ocupar el rol de madre en esta familia que estábamos formando? Cuando salimos de la sorpresa, comprendimos el alcance de algo que jamás nos habíamos planteado en esos términos y le contestamos con total convicción: “Los dos somos sus papás”.
Estamos en pareja desde hace 18 años y el deseo que cada uno tenía de ser padre, entre tantas otras felices coincidencias, surgió desde nuestros primeros encuentros y se expresó sin temor en aquellas charlas iniciales donde íbamos conociéndonos. A los treinta años, nuestra sexualidad no formaba parte de las preocupaciones del momento; éramos aceptados sin cuestionamientos por las familias y el entorno respectivos. Tampoco dudábamos de nuestro destino profesional de científicos, elegido tempranamente: Hernán, arqueólogo; Rolando, físico. Lo que anidaba en ambos y nos llenaba el corazón de ganas y de dudas era ese deseo íntimo, de tan difícil realización.
A los amigos con hijos siempre les preguntábamos qué sentían y todos nos contestaban menos con palabras que con sonrisas de felicidad. Aunque la respuesta hubiera sido otra, cada uno necesitaba vivir esa experiencia. Con la consolidación de la pareja, se transformó en un anhelo de dos, en nada diferente del que surge entre un hombre y una mujer, más allá de la imposibilidad biológica de procrear en forma directa: formar la familia propia, trabajar duro para construirla cada día, afrontar los riesgos y disfrutar los logros de un vínculo cimentado en el acto de amar y ser amados, dando vida.
Pero, ¿cómo íbamos a hacerlo?
Si bien la adopción era una alternativa, nos ilusionaba la posibilidad del hijo propio. Por eso, como quien ansía el descubrimiento científico que traiga la cura para una enfermedad, vivíamos a la expectativa de los avances en materia de fertilización asistida. Mientras tanto, intentamos otros caminos.
Transitamos un derrotero diverso e intrincado en busca de la paternidad.
Así como nosotros queríamos ser padres, suponíamos que debía de haber parejas de mujeres lesbianas que desearan ser madres. ¿No cabía allí la posibilidad de una asociación, cada cual aportando lo suyo? Evidentemente no, la experiencia nos mostró que esas parejas querían un hijo sin padre o con uno que cumpliera una mera función nominal o social. Y nosotros queríamos un hijo para criarlo a tiempo completo.
De esos fracasos volvíamos infelices, pero no derrotados.
El deseo empujaba cada vez con más fuerza pero los impedimentos continuaban desde todo punto de vista. El procedimiento de gestación sustitutiva –por el cual se realiza una fecundación in vitro con los espermatozoides del hombre y los óvulos de una donante para la obtención de un embrión que luego es implantado en el vientre de otra mujer– ya se practicaba en los Estados Unidos. Pero un becario del Conicet y el empleado de una empresa importante –pero empleado al fin–, ¿cómo iban a afrontar los 240 mil dólares que costaba el tratamiento en esa época? No éramos Ricky Martin ni Ricardo Fort. Y por otro lado, en la Argentina todavía no existían leyes que nos ampararan.
Si las ganas no flaquean, en estas cuestiones el tiempo suele ser el mejor aliado. Otros países empezaban a implementar este tratamiento. En el horizonte, apareció India con elevadas tasas de éxito y un encuadre legal más simple y menos burocratizado que reducía los costos del tratamiento. Tomamos contacto con varias clínicas de fertilidad hasta que tomamos la decisión y en mayo de 2012 viajamos a India para entregar nuestras muestras.
La clínica coordinó todo el proceso con una sincronización extrema. Desde el punto de vista legal, India establecía claramente nuestros derechos y los de la mujer subrogante.
A diferencia de los Estados Unidos, en India rige el derecho de sangre y no el de suelo. Esta diferencia es sustancial porque implica que l a mujer gestante no posee derechos parentales y por ende no es necesario que una Corte se los suprima para otorgárselos a los padres comitentes como en el sistema norteamericano. Esto implica además que los niños nacidos por gestación sustitutiva no reciben la nacionalidad india, porque al no existir vinculo biológico entre el bebé por nacer y la mujer gestante, esta no le transfiere ciudadanía.
Lo único que faltaba era que Argentina reconociera como ciudadano a nuestro futuro hijo y le extendiera el pasaporte que le permitiría salir de India. Por entonces las leyes en nuestro país habían cambiado. Sin embargo, el trámite de inscripción del nacimiento requirió intervención judicial para lo cual contamos con el patrocinio legal de la Federación LGBT, la experiencia de Flavia Massenzio en estos temas y el apoyo de la legisladora María Rachid. También recibimos soporte y colaboración de la Cancillería, el consulado en Mumbai y la propia Embajada en Delhi. Una vez en Argentina se completaron los trámites y hoy nuestros hijos llevan nuestros apellidos. Somos felices copadres.
Hubiéramos querido permanecer en Mumbai, acompañando la gestación de nuestro primer hijo, pero la vivimos desde Buenos Aires, a través de Skype y de los informes que la clínica nos enviaba mensualmente. Y como una demostración más de que la vida se resiste a ser programada, el parto se adelantó y recibimos la noticia de su nacimiento en el aeropuerto de Heathrow, en Londres, en la escala del vuelo que nos llevaba a la India. Eramos dos hombres grandes que se abrazaban y lloraban de alegría frente a la mirada impasible del resto de los viajeros. Broma del destino: diez meses más tarde, repetiríamos la escena exactamente en el mismo sitio, al enterarnos del nacimiento anticipado de nuestro segundo hijo.
En verdad, cambios en la legislación india precipitaron su concepción que, para nosotros, ya era una decisión tomada: queríamos otro hijo que proviniera, además, de la misma donante. Fortalecer el vínculo entre los hermanos, más allá de nosotros, nos pareció otra manera de protegerlos. Y en el futuro, suponemos que al ser dos, les resultará más sencillo procesar esta historia en común.
¿Cuándo empezamos a ser padres? ¿En el momento en que los alzamos por primera vez o durante el arduo camino recorrido para llegar a ellos? Es difícil saberlo y a estas alturas no interesa, porque con la primera mamadera, el primer llanto, el primer cólico y el primer desvelo desarrollamos un instinto de protección y cuidado que se suele creer sólo es prerrogativa de las madres.
Los inicios fueron duros, como los de cualquier pareja primeriza. En nuestro caso, complicados por el hecho de que en nuestros respectivos empleos no gozamos de licencia por paternidad (en verdad, apenas dos días) ya que en la Argentina sólo se la reconoce a la madre. Vivíamos con angustia la separación que nos hacía regresar apurados y ansiosos por conocer las novedades del día.
Aprendimos a administrar el tiempo, a no pasar juntos toda la noche sin dormir para que uno de los dos tuviera resto al día siguiente. También alternamos nuestros horarios de trabajo para que siempre hubiera alguien con el bebé, e incorporamos la invalorable ayuda de Gabriela, que vino a trabajar en casa. La alimentación y la higiene se transformaron en temas prioritarios: cambiamos los pañales antes de dar la mamadera (como nos enseñaron en India) para que estén bien despiertos a la hora de comer. Y en la época de los purecitos y los sólidos, nos preocupamos porque la comida les resulte tan sabrosa como nutritiva. Las abuelas se ocupan de que no falten postrecitos caseros.
La familia vivió con emoción todo el proceso, pero Floresta, nuestro barrio, nos sorprendió con una algarabía inusitada. Vecinos de todas las edades se acercaron a felicitarnos y siguen de cerca los progresos de nuestros chiquitos que hoy tienen 17 y 7 meses.
“Van a ser muy buenos padres”, nos decía el tapicero, un señor mayor, mientras nos estrechaba efusivamente las manos. La sinceridad de ese gesto, como la de tantos otros, nos desarmó.
Se preguntarán cómo habremos de contarles a nuestros hijos su origen. Hemos armados dos álbumes: dos libros que contienen esas fotos que no deben faltar, y a las que les agregamos textos sencillos que las explican. Hay imágenes de nuestra donante en los álbumes de los chicos. También de las dos mujeres que los dieron a luz y de los profesionales que las asistieron. Desterramos de nuestro vocabulario la expresión “alquiler de vientre”, porque no hace justicia a todo el proceso por el cual la mujer atraviesa durante la gestación, donde pone todo su cuerpo, su voluntad, su disposición. Que ellas tengan rostros identificables para nuestros hijos, nos parece fundamental.
En estos casos de gestación sustitutiva, se estila realizar tras el parto una pequeña e íntima ceremonia, muy importante desde lo simbólico. Consiste en entregar regalos para la gestante y sus hijos (la legislación india establece que la mujer sea casada y tenga hijos propios, como condición para la subrogación). De todos estos momentos, atesoramos fotografías que serán un legado para nuestros niños, un mensaje claro y amoroso acerca de cómo llegaron a ser quienes son. No habrá huecos ni puntos oscuros en relación con su identidad, que irán conociendo en la medida de sus requerimientos. Amor y verdad son los dos pilares sobre los que pretendemos edificar nuestra familia.
No seríamos honestos si afirmáramos que no nos preocupa que puedan ser discriminados en la escuela, que les pregunten por su madre, que sientan ese vacío. Es un riesgo al que habremos de enfrentarnos, como a tantos otros. Confiamos en que haciendo visible nuestra copaternidad como un nuevo tipo de familia posible, las barreras del prejuicio serán poco a poco derribadas con una comprensión similar a la que encontramos en el barrio.
Habrá que explicar, claro, porque lo nuevo siempre despierta sorpresa y curiosidad. Como cuando vamos al supermercado y nunca falta el comentario “se ve que las mujeres los agarraron de niñeros”. La respuesta va modificando el gesto en los rostros de nuestros interlocutores: las cejas se arquean, las bocas se abren y ensayan una sonrisa mientras nosotros, inflando el pecho, empujamos orgullosos los carritos hacia la hilera de cajas.
Clarín.com
martes, 29 de marzo de 2011
Por primera vez, bautizaron a una hija de un matrimonio igualitario en Latinoamerica
El pastor luterano Andrés Albertsen, quien celebró ayer en esta Capital el primer bautismo en Latinoamérica de un hijo de un matrimonio igualitario, oriundo de la capital entrerriana, aseguró hoy que actuó "en representación de Dios" porque se "podía ver el amor que unía a esa familia".
Además, en declaraciones a DyN, expresó que la ceremonia, realizada en la Iglesia Dinamarquesa, ubicada en Carlos Calvo 257, barrio porteño de San Telmo, "fue básicamente igual a la de otros bautismos, con la diferencia de que en lugar de referirme y de dirigirme a los 'padres', decía 'mamás'". Las madres de Bianca, Claudia Giménez y Paola Relea, que son católicas y viven en Paraná, dijeron por su parte que "es una esperanza" porque "significa que se está aceptando la diversidad", según publicó hoy el diario Clarín.
"La verdad es que Claudia y Paola se aman y están unidas en matrimonio y tuvieron una nena preciosa que quisieron bautizar. Y yo actué en representación de Dios que, a mi entender, podía ver el amor que unía a esa familia, un amor que le agradecían a Dios, y por eso estaba encantado de recibir como hija suya a Bianca", explicó Albertsen. En esa línea, agregó: "No me puedo imaginar a Dios poniendo otras condiciones o diciendo: 'lo voy a hacer, pero hagamos como que Bianca tiene una sola mamá', cuando en realidad tiene dos.
Fue una alegría compartir ese momento con la familia que integran Claudia, Paola y su hija Bianca". Se trata de un caso inédito en Latinoamérica y la beba recibió el sacramento en una Iglesia Luterana por la oposición que encontraron en la iglesia católica.
Bianca Juliana Giménez Relea tiene tres meses y dos mamás: Claudia Giménez (35) y Paola Relea (29), quienes están juntas desde hace siete años y en octubre de 2010 se convirtieron en la primera pareja del mismo sexo en casarse en Paraná.
"Para nosotros, desde la Comunidad Homosexual Argentina, este es un evento muy emotivo porque marca, sobre todo, que el amor no tiene sexo y que Dios nos acepta a todos por igual", sostuvo por su parte Alejandra Portatadino, miembro de la Iglesia Luterana Dinamarquesa e integrante de la Comisión Directiva de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), quien estuvo presente en la ceremonia.
"Que somos todos iguales es precisamente el concepto que venimos trabajando en la CHA hace 25 años, cuando fue la primera marcha del orgullo. Éramos 30 personas y con caretas, nunca nos hubiéramos imaginado un acontecimiento como este bautismo", completó.
La Iglesia Dinamarquesa de Argentina, fundada en 1924, mantuvo siempre una postura de apertura hacia la comunidad homosexual y desde que en diciembre de 2002 se sancionó la Unión Civil en la ciudad de Buenos Aires, realizó numerosas bendiciones de parejas sin importar su orientación sexual, consignó Clarín.
:: Clarín
:: La Razón
martes, 25 de enero de 2011
Elton John - Sentirse ciudadano de Segunda Clase
Elton John aseguró que está harto de sentirse como un “ciudadano de segunda clase'' en Estados Unidos, donde dijo percibir una fuerte polarización social.
Es por eso que el cantante de 63 años que quiso aclarar las cosas durante un concierto de recaudación de fondos en Beverly Hills para apoyar la batalla legal contra la prohibición del matrimonio gay en California.
“A medida que me hago mayor, me enfado más debido a esto”, comentó el famoso cantante que se convirtió en padre de un niño nacido el día de Navidad junto a su compañero David Furnish.
“En este país, necesitamos más diálogo. No necesitamos lanzarnos más piedras. No necesitamos más virulencia. Necesitamos que la gente diga 'bueno yo soy heterosexual. Tú eres gay. Llevémonos bien. Yo soy republicano. Tú eres demócrata. Trabajemos juntos. Estoy harto de la gente que se odia en este país'', señaló.
John decepcionó a algunos activistas después de que la prohibición al matrimonio gay, conocida como Proposición 8, fuera aprobada en 2008.
El cantante comentó que en ese momento no tenía intenciones de casarse y que estaba satisfecho con su unión civil en Inglaterra.
Pero el miércoles expresó algo distinto al apoyar los esfuerzos contra la Proposición 8 y prometió hacer todo lo posible para ayudar a la causa, aunque él sea británico.
El hijo de la pareja, Zachary Jackson Levon Furnish-John, nació en California de una madre sustituta.
John dijo que está decepcionado con miembros de la Iglesia de Inglaterra que han puesto en duda su paternidad después del nacimiento de su hijo.
Insistió en que no está en contra de la religión y que ``Jesús fue un hombre maravilloso y compasivo que perdonó desde la cruz''.
“Cada uno tiene derecho a tener sus propias creencias y su propia espiritualidad'', dijo John.
jueves, 9 de septiembre de 2010
El primer bebé con dos mamás: Vicente fue inscripto ayer en el Registro Civil
A primeras horas de la mañana de ayer se inscribió en la sede central del registro civil de la Capital Federal al primer hijo nacido en el marco de un matrimonio conformado por mujeres, tras la modificación del Código Civil.
De esta forma, se reconoció legalmente a dos madres con iguales derechos y obligaciones. Las gestiones para lograr la inscripción fueron iniciadas por las organizaciones sociales Lesmadres, 100% Diversidad y Derechos y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que siguieron de cerca la implementación de la ley de matrimonio entre personas de un mismo sexo.
Según informó la ONG 100% Diversidad y Derechos las madres del niño contrajeron matrimonio civil el pasado 11 de agosto y su hijo, Vicente, nació el pasado 2 de septiembre en una clínica privada ubicada en la ciudad de Buenos Aires.
Ayer Vicente fue registrado como hijo de ambas madres con su Documento Nacional de Identidad y su partida de nacimiento. Así, el niño se convirtió además en el primer hijo de un matrimonio de mujeres anotado como tal en la libreta roja de matrimonio.
Este acto se inscribe en el artículo 36 de la nueva ley (ley 26.618, capitulo VII/ Nacimientos) que determina que la inscripción de los hijos e hijas deberá contener "en el caso de hijos de matrimonios entre personas del mismo sexo, el nombre y apellido de la madre y su cónyuge".
Verónica, una de las dos madres, aseguró: "Estos recursos legales o administrativos no sólo aseguran el acceso a ciertos derechos sino también deslegitiman ciertas prácticas pejuiciosas y discriminatorias al promover la visibilidad y el empoderamiento de nuestras familias".
Al respecto, Florencia Gemetro, integrante de Lesmadres, aseguró: "Esta medida constituye un avance más en la adquisición de los derechos de nuestras familias. Y, sobre todo, se trata de un acto de celebración democrática".
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