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martes, 30 de julio de 2013

Murió el artista plástico León Ferrari

Murió el artista plástico León Ferrari a los 92 años, un artista que defendió los derechos humanos y cuestionó el poder

Foto: Verrev


León Ferrari, uno de los artistas plásticos más importantes y provocadores de los últimos años, cuya extensa obra se centró en la religión, las guerras y la intolerancia, murió el 25 de julio pasado a los 92 años en la Ciudad Autonoma de Buenos Aires (CABA)

Portador de una prolífica trayectoria signada por la defensa de los derechos humanos, Ferrari dedicó su vida a cuestionar el accionar de algunos sectores de la Iglesia durante la dictadura y exploró distintos soportes para ofrecer su singular mirada sobre la política, la guerra, el arte y el sexo.

A lo largo de su carrera cosechó el reconocimiento local e internacional, que alcanzó su punto máximo en 2007, cuando fue elegido mejor artista en la Bienal de Arte de Venecia donde se le otorgó el "León de Oro", el mayor galardón de una de las bienales más prestigiosas del mundo.

Su obra originó tantos elogios como críticas y fue expuesta en algunos de los sitios más destacados del mundo, como el MOMA de Nueva York, el Museo Reina Sofía de Madrid, España y en la Pinacoteca do Estado de San Pablo, Brasil.

La certera producción de Ferrari gozó de visibilidad privilegiada a lo largo de este año en una muestra gigantesca integrada por más de 500 piezas que exhibió el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti y otra de tamaño reducido que se presentó en la última edición de ArteBA.

Producciones de distintos soportes, materiales y herramientas, así como obras emblemáticas y otras menos conocidas fueron exhibidas en marzo pasado bajo el título "Taller Ferrari" en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti con curaduría de Andrés Duprat.

Paralelamente a esta exhibición, una serie de once obras de Ferrari pertenecientes al acervo del Museo Nacional de Bellas Aires se expusieron en el stand de la Secretaría de Cultura de la Nación en el marco de la última edición de la feria de arte contemporáneo ArteBA, realizada en mayo pasado.

Creadas en distintas épocas y en técnicas y materiales diversos (vidrio, alambre, papel de diario, acero inoxidable), las piezas seleccionadas permitieron recorrer la trayectoria creativa del maestro nacido en 1920, y cuya extensa obra se centró en la religión, las guerras y la intolerancia.

A lo largo de su vida, Ferrari cosechó el reconocimiento local e internacional, que alcanzó su punto máximo en 2007, cuando fue elegido mejor artista en la Bienal de Arte de Venecia donde se le otorgó el León de Oro, el mayor galardón de una de las bienales más prestigiosas del mundo.

En 1996 ilustró el “Nunca más”, cuando fue reeditado por el diario Página/12 en forma de fascículos, con centenares de testimonios sobre los crímenes perpetrados por las Fuerzas Armadas durante la última dictadura militar.

Ferrari nació un 3 de septiembre de 1920 y era hijo de Susana y Augusto, un artista italiano que había realizado unos frescos en un tempo de Turín y una vez radicado en Argentina, reformó la iglesia de San Miguel donde pintó 120 cuadros y también construyó iglesias en la provincia de Córdoba.

“Yo no sé si lo que hago tiene que ver con que mi padre haya construido iglesias”, dijo alguna vez el reconocido artista sobre su progenitor, quien también hizo el claustro de Nueva Pompeya.

A principios de los años 50 viajó a Italia, donde comenzó a hacer esculturas de cerámica y realizó su primera exhibición individual en Milán, y en 1955 regresó a Argentina, mientras que en los años 59 y 60 realizó tallas en madera y estructuras de alambres, primero entrelazados y luego soldados.

Una de sus obras más impactantes la realizó en 1965, para el Premio Di Tella: “La Civilización Occidental y Cristiana”, una escultura que muestra a Cristo Crucificado sobre un avión bombardero estadounidense, que en su momento aludía a la guerra de Vietnam pero que recobra significado a lo largo del tiempo.

A partir de esa muestra, se limitó a hacer algunas obras políticas presentadas en exposiciones colectivas, como “Homenaje a Vietnam” (l966), “Tucumán arde” (1968) y “Malvenido Rockefeller” (1969), entre otras.

En 1976 recopiló un grupo de noticias sobre la represión de la dictadura militar que publicó con el título de “Nosotros no sabíamos”, frase que una parte de la ciudadanía argentina utilizó frente a las pruebas de la tortura y de los centros de detención.

Ese año, con la instauración de la dictadura se radicó en San Pablo, y durante su estadía allí se enteró de la desaparición de su hijo Ariel, quien había decidido quedarse en Argentina en vez de abandonar el país con el resto del clan Ferrari.

En Brasil, retomó las esculturas metálicas y realizó experiencias con diversas técnicas: fotocopia, arte postal, heliografía, microficha, video-texto y libro de artista, entre otros.

A partir de 1985 inició una serie de obras con excrementos de aves y expuso en el MAM de San Pablo una jaula con dos palomas que defecaban sobre una reproducción del “Juicio final” de Miguel Ángel.

Ferrari volvió a vivir en Buenos Aires en 1991, donde continuó con sus críticas al poder de la Iglesia Católica a través de su arte, o haciendo pasteles y dibujos.

León Ferrari ha suscitado polémicas de todo tipo a partir de su obra. Sin duda la más recordada de ellas tuvo lugar en 2004 con motivo de la muestra “León Ferrari. Retrospectiva. Obras 1954-2004”, inaugurada en noviembre de ese año en el Centro Cultural Recoleta.

La exposición, de profunda connotación política, iniciaba con su emblemático avión y culminaba en los collages sobre religión, política y erotismo y sus series de Infiernos.

Tras su apertura, manifestantes católicos ingresaron al Centro Cultural y dañaron varias obras de arte, lo cual derivó en la suspensión de la muestra. Tiempo después, la Asociación Cristo Sacerdote inició una acción de amparo ante los Tribunales de la Ciudad de Buenos Aires, a través de la cual solicitó al Gobierno que se abstuviera de exhibir los objetos, descriptos como “provocadores de herida de los sentimientos religiosos”.

En respuesta, el Tribunal ordenó al Gobierno de la Ciudad añadir un cartel visible en la puerta de  acceso al lugar que alertara a los visitantes acerca del contenido de la muestra. Según la entidad, las “molestias” causadas a la Asociación resultaban consecuencia del ejercicio de la libertad artística, y debían ser toleradas. Su mera prohibición implicaría un acto de “censura”.

Las intensas discusiones que generó la exhibición sirvieron para difundir aun más la obra de este notable artista y alcanzar una cantidad de espectadores tal vez impensada en otro contexto.

Allí, se podía observar las dos líneas centrales de su trabajo: aquella más abstracta y poética, representada por dibujos y esculturas en alambre, y la más política, iniciada con su emblemático avión y que culminaba en los collages sobre religión y política, y en sus polémicas series de Infiernos.

El año pasado, Ferrari presentó en el Malba una selección de 70 obras pertenecientes a las series “Brailles” y “Relecturas de la Biblia”, realizadas a lo largo de tres décadas y hasta entonces sólo parcialmente conocidas.

:: Telam

martes, 28 de septiembre de 2010

Jean Genet, el ladrón el maricón



Jean Genet (1910-1986), novelista y dramaturgo francés, cuyas obras, tomando como referencia tanto los aspectos pintorescos como grotescos de la existencia humana, expresan una profunda rebelión contra la sociedad y sus convenciones.

Nacido el 19 de diciembre de 1910 en París, Genet era hijo ilegítimo de una prostituta. Fue sorprendido robando a la edad de diez años y durante toda su adolescencia y hasta unos treinta años después hubo de enfrentarse a una larga serie de procesos por robo y prostitución homosexual. En 1947, al haber sido ya detenido diez veces por robo, fue condenado a cadena perpetua. Mientras estaba en la cárcel, Genet escribió y publicó varios libros, y su creciente prestigio literario movió a un amplio grupo de autores franceses a pedir su liberación, que finalmente fue concedida en 1948 por el presidente de Francia.

La primera novela de Genet, un trabajo autobiográfico acerca de la homosexualidad y la vida en los bajos fondos, fue Nuestra Señora de las flores (1944). Entre sus novelas posteriores se cuentan El diario de un ladrón (1949), El milagro de la rosa (1951) y Pompas fúnebres (1953). Su prosa se caracteriza por su gran cantidad de imágenes líricas y por el empleo del lenguaje propio de los bajos fondos.

En 1947 Genet volvió a escribir teatro, medio en el cual llevó a cabo sus obras más impactantes. Su primera obra, Las criadas (1947), una de las más exitosas de su autor, marcó su entrada en el movimiento llamado el teatro del absurdo. En esta obra, dos criadas se van turnando para interpretar el papel de su señora, buscando sus identidades en un medio que fluctúa sin cesar entre la realidad y la fantasía. En Estricta vigilancia (1949), El balcón (1957), Los negros (1959) y Los biombos (1961), Genet utilizó frecuentemente el cambio de papeles y la inversión entre el bien y el mal, como técnicas para subrayar la falsedad de los valores sociales y políticos.

Todas las obras de Genet expresan su profunda simpatía hacia los desheredados y los marginados de la sociedad, expuestos como se encuentran a los siempre omnipresentes sexo, delito y muerte. Contienen invariablemente rituales, crueldad y la convicción del autor acerca de lo absurdo de los conceptos morales. Aunque sus escritos fueron considerados al principio como pornográficos, Genet fue definido muy pronto como un existencialista preocupado por los problemas de la identidad y la alienación, y ha sido reconocido como uno de los más importantes escritores del siglo XX (véase Existencialismo). En 1983 se le concedió el Grand Prix National des Lettres, el premio nacional de las letras francesas.


 Genet fue sólo un dramaturgo interesante, un buen poeta y un novelista absolutamente único y genial. Genet nunca fue un escritor gay, él fue escritor, uno de los más grandes de la literatura francesa, y antes que eso fue maricón y ladrón, como a él le gustaba decir.


Genet el huérfano, Genet el chorizo, Genet el chapero, Genet el vagabundo, Genet el delincuente, Genet el mendigo, Genet el poeta, el que adora las ladillas de sus amantes, el que ama a los delincuentes más duros, Genet el mártir, el exiliado, el comprometido, el mecenas, el que está enterrado en el cementerio español de Larache…

Se derrocha la palabra “genio” con demasiada ligereza para los artistas. Hay muchos grandes artistas, y no es necesario ser un genio para ser uno de los grandes. Tal vez, el artista genial es sólo aquel en el que hay un misterio irracional en su vida y su obra, en el que como hombre y como creador se mezcla el caos y la muerte con el amor y la vida. Jean Genet, es sin duda alguna, el mejor ejemplo de genio de la historia de la literatura.

Bibliografía esencial: Santa María de las flores, El milagro de la rosa, Pompas fúnebres, Querelle de Brest (llevado al Cine por Fassbinder), Diario del ladrón.

martes, 21 de septiembre de 2010

Ensayos Impopulares

Leyendo a Bertrand Russell, sus ENSAYOS IMPOPULARES; un extracto de lo que más me impacto 


Durante los últimos cuatrocientos años, en los cuales el desarrollo de la ciencia ha demostrado a los hombres el modo de adquirir conocimiento respecto a las costumbres de la naturaleza y dominio sobre las fuerzas naturales, el clero ha librado una batalla perdida contra la ciencia, en astronomía y geología, en anatomía y fisiología, en biología y psicología y sociología. Expulsados de una posición, ocuparon otra. Después de ser derrotados en astronomía, hicieron lo posible para impedir el ascenso de la geología; lucharon contra Darwin en biología, y en la actualidad están luchando contra las teorías científicas de la psicología y la educación. En cada etapa, tratan de hacer que el público olvide su anterior oscurantismo, a fin de que su oscurantismo actual no sea reconocido como tal. Subrayemos algunos ejemplos de irracionalidad en el clero desde el ascenso de la ciencia y averigüemos luego si el resto de la humanidad es mejor.

Cuando Benjamin Franklin inventó el pararrayos, el clero, tanto en Inglaterra como en USA, con el entusiasta respaldo de Jorge III, lo condenó como un impío intento de derrotar la voluntad de Dios. Porque, como podía comprender toda la gente bien pensante, el rayo es enviado por Dios para castigar la irreligiosidad o cualquier otro pecado grave; los virtuosos jamás son heridos por el rayo. Por lo tanto si Dios quiere golpear a alguien, Benjamin Franklin no tendría que oponerse a Sus designios; en verdad hacer tal cosa es ayudar a los criminales a escapar. Pero Dios se puso a la altura de la situación, si tenemos que creer al eminente doctor Price, uno de los principales teólogos de Boston, Como el rayo se había vuelto ineficaz por las “puntas de hierro inventadas por el sagaz doctor Franklin”, Massachussets fue sacudido por temblores de tierra, que el doctor Price supuso debidos a la ira de Dios contra las “puntas de hierro”. En un sermón sobre el tema dijo: “En Boston se erigen en más cantidad que en cualquier otra parte de Nueva Inglaterra, y Boston parece ser la más espantosamente sacudida. ¡Oh!, es imposible escapar a la potente mano de Dios”. Aparentemente, sin embargo, la Providencia abandonó toda esperanza de curar a Boston de su perversidad, porque, aunque los pararrayos se hicieron cada vez más comunes, los terremotos en Massachussets han seguido siendo raros. No obstante, el punto de vista del doctor Price, o algo sumamente parecido, aún era sostenido por uno de los hombres más influyentes de tiempos recientes. Cuando, en una ocasión, hubo varios terremotos graves en la India, el Mahatma Gandhi advirtió solemnemente a sus compatriotas que esos desastres habían sido enviados en castigo por sus pecados.

Este punto de vista existe incluso en mi propia isla natal. Durante la guerra de 1914-1918 el gobierno británico hizo mucho pata estimular la producción de alimentos en la metrópoli. En 1916, cuando las cosas no iban bien, un sacerdote escocés escribió a los periódicos para decir que el fracaso se debía al hecho de que, con la sanción del gobierno, se habían plantado papas en domingo. Sin embargo, se evitó el desastre gracias a que los alemanes desobedecieron todos los Diez mandamientos, y no solo uno de ellos…

…A veces me escandalizan las blasfemias de los que se creen piadosos: por ejemplo, la de las monjas que jamás toman un baño sin vestir una camisa de baño. Cuando se les pregunta por qué lo hacen, puesto que ningún hombre puede verlas, responden: “Ah, pero olvida usted al buen Dios”. Aparentemente, conciben a la Deidad como un mirón cuya omnipotencia le permite ver a través de las paredes de los cuartos de baño. Este punto de vista me resulta curioso.
Toda la concepción del “pecado” me resulta desconcertante, sin duda debido a mi naturaleza pecadora. Si el “pecado” consiste en causar sufrimientos innecesarios, podría entenderlo; pero por el contrario, el pecado consiste a menudo en evitar sufrimientos inútiles. Hace unos años, se presentó en la Cámara de los Lores un proyecto de ley para legalizar la eutanasia en los casos de enfermedad dolorosa e incurable. Sería necesario el consentimiento del paciente, así como varios certificados médicos. A mí, en mi simplicidad me pareció que sería natural pedir el consentimiento del paciente, pero extinto arzobispo de Canterbury, el experto funcionario inglés en materia de Pecado, explicó lo erróneo de tal punto de vista. El consentimiento del paciente convierte la eutanasia en suicidio, y el suicidio es pecado, Sus señorías escucharon la voz de la autoridad y rechazaron el proyecto de ley. En consecuencia, para complacer al arzobispo –y a si Dios, si nos ha informado correctamente-, las víctimas del cáncer tienen que seguir soportando meses de tormentos absolutamente inútiles, a menos que sus médicos o enfermeras sean lo bastante humanos pata arriesgarse a una acusación de asesinato. Me resulta difícil concebir a un Dios que se complace en contemplar tales torturas; y si hubiese un Dios capaz de injustificable crueldad, por cierto que no le consideraría digno de adoración. Pero esto sólo prueba cuán hundido estoy en la depravación moral.
Me dejan igualmente perplejo las cosas que son pecado y las que no lo son. Cuando la Society for the Prevention of Cruelty to Animals (La Sociedad para la prevención contra la crueldad animal) pidió al Papa su apoyo, le fue negado, debido a que los seres humanos no tienen deber alguno hacia los animales inferiores, y a que maltratar a los animales no es pecado. Esto es así porque los animales no tienen alma. Por otra parte es perverso casarse con la hermana de la esposa fallecida (por lo menos así lo enseña la Iglesia), por mucho que usted y ella deseen casarse. Y esto no se debe a ninguna desdicha que pueda derivarse de ello, sino a ciertos textos de la Biblia.

… los ortodoxos tienen una curiosa objeción contra la incineración, que parece demostrar una insuficiente confianza en la omnipotencia de Dios. Se cree que un cuerpo que ha sido incinerado le ofrecerá a Él mayores dificultades, cuando quiera reunirlo, que de otro que ha sido puesta bajo tierra transformado en gusanos. Sin duda, coleccionar partículas del aire y deshacer el trabajo químico de la combustión sería un tanto laborioso, pero es verdaderamente blasfemo que el tal trabajo es imposible para la Deidad. Saco en conclusión que la objeción a la incineración implica una grave herejía. Pero dudo que tal opinión tenga mucho peso para los ortodoxos.
La Iglesia aprobó con suma lentitud y a desgana la disección de cadáveres en relación de la medicina. El precursor de la disección fue Vesalio, médico de la corte del emperador Carlos V. Su habilidad médica hizo que el emperador le protegiera, pero se vio en dificultades cuando el emperador murió. Se dijo que un cadáver que estaba disecando había dado señales de vida bajo el bisturí, y fue acusado de asesinato. La inquisición fue inducida por Felipe II a adoptar una actitud indulgente, y sólo lo condenó a un peregrinaje a Tierra Santa. En el viaje de regreso, su barco naufragó y él murió de agotamiento. Durante muchos siglos, después de su época, los estudiantes de la Universidad Papal de Roma sólo tenían permiso para operar sobre figuras de arcilla, que carecían de los órganos sexuales.
…Aunque hay muchas clases de pecados, siete de los cuales son capitales, el campo más fructífero para las añagazas de Satán es el sexo. La doctrina católica ortodoxa a ese respecto se en encuentra en san Pablo, san Agustín y santo Tomás de Aquino. Es mejor ser célibe, pero los que no tienen el don de la continencia pueden casarse. Las relaciones sexuales en el matrimonio no constituyen pecado, siempre que estén motivadas por el deseo de tener descendencia. Todo trato carnal fuera del matrimonio es pecado, lo mismo que el acto sexual dentro del matrimonio cuando se toma alguna medida para evitar la concepción. La interrupción del embarazo es pecado, aun cuando, en opinión médica, sea la única forma de salvar la vida de la madre; porque la opinión médica es falible, y Dios puede salvar una vida por milagro, si Él lo cree conveniente. (Este punto de vista está incorporado a la ley de Connecticut.) Las enfermedades venéreas son el castigo de Dios por el pecado. Es cierto que, por intermedio de un esposo culpable, este castigo puede caer sobre una esposa inocente y sus hijos, pero se trata de una misteriosa distribución de la Providencia, que sería impío poner en duda. Tampoco debemos preguntar por qué las enfermedades venéreas no fueron divinamente instituidas hasta la época de Colón. Puesto que se trata de la penalidad prescrita para el pecado, todas las medidas evitarla son también pecado, salvo, por supuesto, una vida virtuosa. El matrimonio es nominalmente indisoluble, pero muchas personas que creen estar casadas no lo están. En el caso de los católicos influyentes, a menudo puede encontrarse algún motivo de anulación, pero para los pobres no existe tal solución, salvo, quizás, en casos de impotencia. Las personas que se divorcian y vuelven a casarse son culpables de adulterio a los ojos de Dios.

… Existen dificultades lógicas en la noción de pecado. Se nos dice que el pecado consiste en la desobediencia a los mandamientos de Dios, pero también se nos dice que Dios es omnipotente. Si lo es, nada contrario a Su voluntad puede ocurrir; por lo tanto cuando el pecador desobedece Su voluntad, él debe haber querido que tal cosa sucediera. San Agustín acepta audazmente este punto de vista, y afirma que los hombres son conducidos al pecado por una ceguera de que Dios les hace objeto. Pero la mayoría de los teólogos, en los tiempos modernos, han reconocido que, si Dios obliga a los hombres a pecar, no es justo enviarles al infierno por lo que no pueden evitar. Se nos dice que el pecado consiste en obrar contrariamente a la voluntad de Dios. Sin embargo esto no el elimina la dificultad. Los que como Spinoza, toman en serio la omnipotencia de Dios, deducen que no puede existir el pecado. Esto trajo espantosos resultados, “¿Cómo? –dijeron los contemporáneos de Spinoza-, ¿no había sido una maldad por parte de Nerón el haber asesinado a su madre? ¿No fue una maldad que Adán se comiese la manzana? ¿Una acción es tan buena como la otra?” Spinoza se escapa del apuro, pero no encuentra ninguna respuesta satisfactoria. Si todo ocurre de acuerdo con la voluntad de Dios, Dios tiene que haber querido que Nerón asesinase a su madre; por lo tanto, puesto que Dios es bueno, el asesinato debe haber sido una cosa buena. Resulta imposible escapar a este argumento.
Por otra parte, los que piensan sinceramente que el pecado es desobediencia a Dios, se ven obligados a decir que Dios no es omnipotente. Esto salva todos los quebraderos de cabeza lógicos, y es el punto de vista adoptado por cierta escuela de teólogos liberales. Sin embargo, tiene sus propias dificultades. ¿Cómo podemos saber, en realidad, cuál es la voluntado de Dios? Si las fuerzas del mal tienen cierto grado de poder, pueden engañarnos y llevarnos a aceptar como cosa de la Escritura lo que verdaderamente es cosa de ellos. Ésta era la opinión de los gnósticos, que pensaban que el Antiguo Testamento era obra de un espíritu maligno.
En cuanto abandonamos nuestra propia razón y nos contentamos con confiar en la autoridad, nuestras dificultades no tienen fin. ¿La autoridad de quién? ¿La del Antiguo Testamento? ¿La del Nuevo Testamento? ¿La del Corán? En la práctica, la gente elige el libro considerado sagrado por la comunidad en el seno de la cual nacieron, y de ese libro escoge las partes que le agradan, haciendo caso omiso de las demás. Hubo una época en que el texto más influyente de la Biblia era: “No permitirás que una bruja viva”. Ahora, la gente pasa por alto ese texto, si es posible, en silencio; si no, con una disculpa. Y así, aunque tengamos un libro sagrado, todavía seguimos eligiendo como verdadero lo que se acomoda a nuestros prejuicios. Ningún católico por ejemplo, toma en serio el texto que dice que un obispo debe ser el marido de una esposa…
… Thomas Robert Malthus vio sólo tres formas de contener el crecimiento de la población: el freno moral, el vicio y la miseria. Admitió que no era probable que el freno moral fuese practicado a gran escala. Como sacerdote veía con asco el “vicio”, es decir, el control de la natalidad. Sólo quedaba la miseria de la gran mayoría de la humanidad con ecuanimidad, y señalo las falacias de los reformadores que esperaban mitigarla. 
Los modernos oponentes teológicos del control de la natalidad son menos honestos. Fingen creer que Dios proveerá, por muchas que sean las bocas que haya que alimentar. Pasan por alto el hecho de que Él no ha hecho tal cosa hasta ahora, sino que dejó a la humanidad expuesta a hambrunas periódicas en las cuales mueren millones de seres. Debe suponerse que sostienen –si dicen lo que creen- que de ahora en adelante Dios obrará un continuo milagro de panes y peces, milagro que Él ahora ha considerado innecesario. O quizá dirán que el sufrimiento aquí abajo no tiene ninguna importancia; lo que importa es el más allá. Gracias a su teología, irán al infierno la mayoría de los niños a quienes su oposición al control de la natalidad hará existir. Tenemos que suponer, entonces, que se oponen al mejoramiento de la vida sobre la tierra porque creen que es bueno que muchos millones sufran el tormento eterno. En comparación con ellos, Malthus parece piadoso.

Les recomiendo también de Bertrand Russell: POR QUÉ NO SOY CRISTIANO

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